la maleta de mi abuela

Y entonces un/a abuelo/a dijo: “Yo estoy hecho/a de: experiencias, recuerdos, alegrías, disgustos, decepciones, amor, aprendizaje, resignación, adaptación, tenacidad.....”

¿Qué guardan los/as abuelos/as en su maleta? Algunos/as cargan una maleta gigante, un costal, un saco, algunos/as un baúl y otros/as simplemente su bolso o cartera.
Cargar o llevar una maleta o cualquier otra cosa de las anteriores mencionadas, es utilizado en este caso, como algo simbólico que posibilita explorar lo que las personas van guardando en su “mundo interno”, en su vida.

“ESTOY HECHO/A DE:” es una dinámica que llevé a cabo en mi trabajo con adultos mayores. Como parte de los temas que imparto en los talleres sobre desarrollo personal y bienestar psicoemocional, exploramos lo “que traemos dentro”.


Confeccionaron un “costalito” en el que depositamos semillas y piedras de distintos tamaños, algodón, plumas, varitas, trozos de tela, cosas rígidas, flexibles, y suaves .... todo lo que nuestra imaginación permitía. Las semillas y/o piedras dentro del costal, representaban momentos gratos, nuestra fortaleza o problemas, el algodón, los trozos de tela representaban la bondad, solidaridad, aceptación. Las plumas, las ligas o gomas, y alambres muy delgaditos, representaban la flexibilidad, la capacidad de adaptación, la movilidad. Lo rígido representaba aquellas partes de nuestra personalidad que no han cambiado ...... todo lo que hay dentro del costal adquiere un significado muy particular para cada persona. Otro aspecto muy importante fue que, se les explicó como parte de la dinámica que: “del costal se pueden sacar unas cosas y meter otras”, no es hermético.... dentro de él existe un flujo capaz de moverse, cambiarse de posición, renovarse ... como nuestra vida, que cambia y evoluciona. El dolor aparece cuando rechazamos los cambios que son naturales y necesarios. La inmovilidad indica el fin.


“No es a la muerte a lo que deberíamos temer, deberíamos temer a no empezar nunca a vivir”. Marco Aurelio.


Aún en la vejez, la vida es flujo, movimiento, subir y bajar. Nos reímos y lloramos, deseamos que “lo malo” se detenga, que ese mal momento termine, pero no nos damos cuenta que la marcha continua.. la vida sigue. Nuestro cuerpo, mayormente, se reemplaza a sí mismo cada siente a quince años. Los órganos que trabajan más duro son los que se recambian más rápido, adquirimos una piel completamente nueva cada 2 a 4 semanas, nuestros glóbulos rojos duran menos de medio año, nuestro hígado se renueva al menos una vez cada dos años, estamos cambiando siempre, pero nos aferramos a querer estar siempre igual, a ser los mismos. En el viaje de la vida, pasamos por el dolor y el placer, por pérdidas y ganancias, pero tenemos que aprender a superar y a avanzar una y otra vez, si tratamos de resistir, porque la vida misma continuará empujando hacia adelante, siempre. Los altibajos son inevitables. Podemos cambiar la forma en que lo vemos.

“Cuando cambiamos la manera en que miramos a las cosas, las cosas que miramos cambian”. Wayne Dyer, psicólogo.

 

Fue sin duda, una dinámica conmovedora e impactante que les brindó la posibilidad de recolocarse, limpiarse y nutrirse. Al final de esta dinámica, una persona me dijo: “si desde niños/as nos enseñaran a no temer a la muerte, a la vulnerabilidad, a dejar de aferrarnos....envejeceríamos mejor.” Efectivamente, y yo te pregunto ¿por qué esperar a envejecer para reconciliarte contigo mismo/a?


¿Y tú, de qué estás hecho/a?

 

Vanessa Maillefert Rovira
Psicoterapeuta