Es momento de partir…. de dejar nuestra tierra.

migracin y resiliencia

Posiblemente conseguimos una beca para seguir estudiando, a nuestro padre/madre, pareja o a nosotros/as nos ofrecen trabajo en el extranjero, lo aceptamos y llegamos en pareja o familia. Un cambio para todos. Muchos/as otros/as simplemente se lanzan a la aventura, continuar con sus estudios, buscar otras oportunidades laborales, una creencia impulsa a buscar una mejor calidad de vida en otra parte, apoyar a la familia que dejamos, unos/as llegan en “mejores condiciones” porque tienen “un puesto asegurado de trabajo”, y …. cosas pasan en el camino que no habíamos pensado, otros/as llegan sólo con la reserva de hotel por unas noches, para después buscar una habitación en alquiler.

Con nuestra mochila al hombro emprendemos nuestra aventura; un día, por diferentes motivos, decidimos "dejar" nuestra casa, familia y amigos para irnos a otra tierra y empezar de nuevo.

Y ¿qué cosas nos llevamos? Cosas que en un principio consideramos adecuadas ya que pensamos que funcionarán, son necesarias, nos podrían sacar de algún apuro o de algún antojo desorbitado y encontramos en nuestra maleta: una lata de chiles en vinagre, una salsita casera, "un ejemplar" de nuestra golosina favorita, un paquetito de tortillas. Nuestras ilusiones enrolladas en nuestro título profesional, y dependiendo de nuestro destino final, nuestro abrigo más calientito, que resulta insuficiente para soportar el invierno....

Y llegamos.... con nuestra mochila en los hombros o arrastrando maletas con rueditas, nadie nos espera, nadie nos recibe, somos un extranjero más que se "pierde" entre los nacionales, llegamos sin enchufes, sin ventajas.

Sorpresa, admiración, ilusión, extrema felicidad.... sentimientos que muchos/as experimentamos durante las primeras semanas, y poco a poco esto se transforma al pasar los meses, en los cambios de estación. Muchos/as quisimos tirar la toalla más de una vez y agarrar el primer avión cuando nos sentíamos sin aliento y no teníamos a nadie cerca que nos ayudará a pasar esa gripe que nos deja devastados/as. Cuando en nuestra búsqueda de empleo, el golpe de "esta realidad" nos golpeó ya que " nuestra experiencia y/o estudios no eran equivalentes", debíamos prepararnos más, tomar más cursos, más certificaciones, homologar.... Empezamos "desde abajo, mesereando", y con esta experiencia aprendimos a VALORAR y darle otro significado al trabajo, aprendimos que cualquier trabajo es digno, y aprendimos a ser verdaderamente empáticos/as o por el contrario, el coraje, la impotencia y la frustración ganaban terreno. Gastamos todo lo que nos quedaba en tarjetas, "locutorios" y cuánto medio nos permitiera seguir en contacto con los que se quedaron en casa.

¡Y se acercaba nuestro cumpleaños! O.... Navidad... Muchos/as tuvimos que autocantarnos las mañanitas cenar solos/as en Navidad, ver una peli en año nuevo para pasar la noche y olvidar un poco.

Al estar "lejos" vamos perdiendo los momentos importantes en la vida de nuestros seres queridos. Somos los/as eternos ausentes en las bodas, nacimientos, graduaciones, incluso en los funerales. Las redes sociales son nuestras grandes aliadas, una pantalla ahora es nuestra mejor amiga y la que nos muestra parte de lo que pasa con los nuestros. Aprendimos a hacer algo "mágico" para que esa imagen que vemos en la pantalla del celular (móvil) o de la compu (ordenador) la pudiéramos sentir físicamente, anhelando que ese beso mandado a través de ella, llegará hasta nuestra mejilla con el calor y contacto de la otra persona.

Hemos hecho nuevos amigos, una nueva familia o hemos sido adoptados por la de otros cuando ha sido posible. Nos hemos acostumbrado al clima, a la redes de trasporte público, en ocasiones nos sorprendernos por el precio del mismo cuando “convertimos euros a nuestros pesos”, dejamos de hacerlo cuando vemos las ventajas y facilidades que nos brinda. Empezamos a hablar otro idioma o tenemos otras palabras para nombrar a ciertas cosas. Empezamos a “hablar raro”, al principio no nos entienden en el país al que llegamos y pronto se ríen de nosotros cuando hablamos “con los que se quedaron”. Aprendimos a caminar con las manos fuera de los bolsillos, ya no es necesario ir sujetando el celular (móvil), algunos/as de nosotros/as nos sorprendernos en los hospitales públicos al observar las instalaciones, el trato recibido. Si te enfermas, estarás bien atendido/a y no te costará un ojo de la cara. También hemos aprendido a apagar la luz, nunca se nos olvida hacerlo cuando salimos de la habitación o incluso aprovechar lo más que se pueda la luz natural, dejamos las frutas tropicales para momentos especiales, ya que implican un lujo, modificamos nuestro gusto con sabores locales.

Hemos aprendido a cruzar donde se debe, conducir como se debe, bajar y subir donde se debe, nos vamos acostumbrando al silencio por un lado y a los gritos en los bares, a ver los columpios puestos en los parques. Cuando caminamos por la calle y escuchamos a lo lejos un mariachi empezamos a seguirle para ver dónde va a tocar algo. Cuando los escuchamos, "nos ponemos chinitos" (se eriza nuestra piel).

Somos hormiguitas ahorradoras para organizarnos unas vacaciones a nuestra tierra, con la esperanza de poder hacerlo por lo menos una vez al año, y cuando estamos ahí hemos aprendido a ser pacientes y comprender que ellos siguen con su vida, trabajo y que posiblemente los fines de semana no sean suficientes.

No somos millonarios porque ganemos en euros. Somos gente "echada pa lante", aquí y en nuestro país. Somos resilientes, “capaces de adaptarnos a situaciones adversas recuperando nuestro estado inicial cuando aquello amenazante ha cesado”. Aprendemos que, las circunstancias difíciles nos permiten desarrollar recursos que tenemos latentes pero que desconocíamos.

A nosotros/as también nos duele nuestro país aunque no estemos en el por mucho tiempo. Somos testigos de su cambio, para bien o para mal. Somos unos/as nostálgicos/as permanentes porque añoramos el lugar donde nacimos y crecimos, nos fuimos en busca de nuestro destino, no huyendo de nuestras raíces.

Algunos/as somos abiertos, y nos gusta conocer a personas de otras nacionalidades para intercambiar tradiciones, costumbres, gastronomía y hablar de lo bello y espectacular que es el país de cada uno.

Sufrimos y temblamos preguntándonos si nuestros seres queridos están en casa sanos y salvos cuando nos enteramos de malas noticias.

 

El tiempo pasa y cosas pasan, las superamos, unas veces “fácilmente” y otras no tanto. Poco a poco nos “acostumbramos” y se “acostumbran a nuestra ausencia”.

Quizá emigramos solos/as, en pareja o en familia. En cualquiera de los escenarios anteriores, cada persona siente de forma distinta, su adaptación es distinta, su duelo es distinto. Es necesario saber esto para poder entenderlo, aceptarlo y gestionarlo. Al final comprendemos que, todas las “piedras” que encontramos en nuestro camino, nos han fortalecido y enriquecido. Hemos crecido.

 

Vanessa Maillefert Rovira
Psicoterapeuta