indefensin aprendida

Te encuentras en algún sitio y te das cuenta que, el aire que respiras ahí te presiona, te sientes pequeña(o), desamparada(o), como si estuvieras encerrada(o) en un diminuto cubo que impide que tengas acceso a una ventana, a la luz, a la claridad. Situación que antes posiblemente no te incomodaba, ahora sí pero permaneces ahí, porque los esfuerzos que has hecho para salir han sido inútiles, ya no tienes fuerza. ¿Te has sentido así? Si es así, estás frente a una situación importante que debes atender, llamada “indefensión aprendida”.


Martin Seligman, psicólogo y escritor estadounidense, estudió los efectos que producían en animales una sería de choques eléctricos inescapables. Desarrollaban un patrón de conductas y de cambios neuroquímicos semejantes a los de la depresión, fenómeno que nombró como desamparo o indefensión aprendida.


La teoría de Seligman, dice que estas conductas se desarrollan sólo cuando no hay esperanza de poder controlar la situación aversiva, existe la pérdida de control del ambiente. Esta situación es fruto de una historia de fracasos en el intento de querer cambiar o modificar los escenarios amenazantes y una historia de reforzamientos sobre una base insegura que no ha permitido que la persona aprenda las complejas aptitudes necesarias para controlar el ambiente.


¿Qué factores pueden entrar en juego para que una persona experimente indefensión aprendida?


No existe UNA situación en específico que genere indefensión, “la realidad” es interpretada y percibida de manera distinta para cada persona, es decir, encontraremos que se conjugarán una serie de elementos ambientales, relacionales y constitutivos que pueden favorecer o no su aparición y desarrollo. Algunos “factores precipitantes” que encontramos pueden ser cuando la persona está continuamente expuesta a una seria de circunstancias adversas como: patrones relacionales disfuncionales en la familia nuclear donde la violencia es normalizada, nula educación emocional, sobrecarga en el trabajo sin llegar a objetivos, falta de apoyo de seres queridos y cercanos durante tiempo prolongado, presión escolar, marginación o rechazo social. La persona “se va adaptando”, normaliza estos hechos, no se siente merecedora de una situación diferente, existen creencias negativas arraigadas desde hace bastante tiempo que generan pensamientos limitantes desembocando conductas paralizantes.


Pueden presentarse “sutiles” señales de alarma a las que debemos prestar la atención debida ya que nos pueden ayudar a detectarlo para impedir que la persona sufra un deterioro mayor. Cuando existe un rechazo en la iniciación de tareas voluntarias, como por ejemplo: comer, asearse, ir a trabajar, al colegio; hasta que poco a poco se abandonan (no hay motivación), y tras ello se presentan estados de ansiedad y extrema tristeza hasta el punto en el que la persona es incapaz de vislumbrar ciertas soluciones a problemas que le atormentan, cuando observamos déficits en los aspectos motivacional, emocional y cognitivo, muy probablemente es porque la indefensión se esté haciendo presente o que ya se sufre de ella.


¿Qué imposibilita a una persona para salir de esto? Es porque cuando se encuentra en esta situación tiene una afectación integral no sólo en los ámbitos motivacional, emocional y cognitivo, sino también a nivel fisiológico. En resumen, toda su persona, los distintos ámbitos psíquicos y somáticos se suman en dicho síndrome. En consecuencia, no bastará con tomar la decisión de romper con el ciclo negativo, se requiere de un equipo multidisciplinario que contenga para hacer frente y ayudar a la persona a “salir de esto”. Los/as psicoterapeutas, son parte fundamental de este equipo.


A modo preventivo, es crucial conocer los medios en los que nos hemos desarrollado y crecido, a lo que hemos estado expuestas(os), a las fuertes expectativas que nos han depositado y/o que hemos generado de nosotras(os) mismas (os), a estar alertas en todo momento cuando o como se pueden vulnerar nuestros límites. Comprender la forma en que se desarrolló dicho fenómeno será parte vital para poder ayudar a las personas lo sufren.

Vanessa Maillefert Rovira.
Psicoterapeuta.