VIOLENCIA EN LA VIDA COTIDIANA
¿QUÉ PODEMOS HACER PARA DEJAR DE NORMALIZARLA?

Entendamos violencia como: “la exposición intensa y/o repetida de actos físicos sensoriales y/o emocionales que perturban el equilibrio y estabilidad de un sujeto haciendo que se sienta inseguro, indefenso, impotente, vulnerable, con una ansiedad intolerable y a menudo sin recursos para hacerle frente”.

Los seres humanos participamos dentro de un mundo polarizado que permite el discernimiento: algo es bueno con relación a lo malo o viceversa. No es necesario ir demasiado lejos para observarlo, por ejemplo en las películas infantiles (aparte de los mensajes "subliminales" que se encuentran dentro de ellas y también porque no decirlo, la transmisión de valores, encontramos "figuras" de princesas y de brujas, de súper héroes y enemigos, que refuerzan de modo sutil la polaridad.

 

1violenciaenlavidacotidianaEl ser humano como portador de «múltiples energías» suele identificarse con algunas de ellas que colocamos en nuestra «consciencia», aquellas con las que no nos identificamos pero que siguen siendo "parte de nosotros", no desaparecen, sino que van a parar a algún fuera de la conciencia. Digamos que es una parte del «sí mismo» que la conciencia no está dispuesta a aceptar como propia, entonces la relega a la «sombra» o lo proyecta. ¿Dónde? En las personas cercanas o en los acontecimientos.

De modo sencillo, podemos decir que lo proyectado, generalmente, es aquello que desde la conciencia consideramos malo, feo, inútil, enfermizo, etc. Si lo proyectamos fuera, «el otro» es malo. Y esto sin duda nos tranquiliza, porque significa que «nosotros somos buenos».

Varias teorías psicológicas de diversos autores sostienen y coinciden con lo anterior; Laura Gutman, terapeuta familiar argentina, en su libro La familia nace con el primer hijo, capítulo 10, expone: «La violencia se genera a partir del desconocimiento de la totalidad del sí mismo. La violencia aparece cuando mi conciencia cree que hay algo allá afuera que es necesario destruir».

Con lo anterior resultará más sencillo observar entonces, la cotidianidad de algunas formas de violencia con las que nos vamos relacionando sin hacer los cuestionamientos o mejor dicho, los altos necesarios para cambiar determinadas situaciones. Podemos encontrar formas "muy sutiles" de violencia, pero que sin darnos cuenta van ganando terreno haciéndose parte de nuestro actuar cotidiano, por ejemplo cada vez que desacreditamos, despreciamos, nos burlamos, nos desinteresamos, ejercemos nuestro autoritarismo, humillamos, amenazamos, controlamos e ignoramos estamos ejerciendo un tipo de violencia "pasiva", pero muy profunda y perjudicial. Esta "forma" muchas veces resulta imperceptible, porque para llevarla a cabo no se necesita gritar o dar golpes. Aunque en ocasiones todo lo anterior se da en conjunto.

Quiero hacer ahora, especial énfasis cuestionando algunas prácticas que se observan muy a menudo dentro de las familias, esperando que abran los ojos y tomen las riendas del cambio en beneficio de todos.
Imaginemos que su hijo/a tiene por ejemplo 16 años (o quizá menos) y sale con alguien... y observan que "esa persona" cada vez que se ven o que están juntos le dice en tono imperativo "dame un beso", "déjame tu móvil", "ven aquí ahora", "contéstame", "ahora no me hables" "no me molestes", "cállate", "eres tonto/a", y podría seguir con ejemplos, lo que quiero cuestionar es: ¿como padre/madre te gustaría escuchar que otro/a hable de esa manera a tu hijo/a? Seguramente el solo hecho de pensarlo a cualquier madre/padre los rebasaría y harían lo que fuera para frenarlo y ahora la pregunta es: ¿acaso y de casualidad no te diriges de esa forma a tu hijo/a con frecuencia? Eso no es educar, es violentar. ¿Qué herramientas estamos dando para que el día de mañana pongan límites y gestionen de buena manera sus relaciones interpersonales?

Los/las niños/niñas “absorben” este tipo de situaciones constantes y cotidianas, normalizándolas, permitiéndolas y haciéndolas parte de su vida. En este punto debemos ser críticos y observar que, muchas veces sin darnos cuenta actuamos constantemente de esa manera pero, si por el contrario, hacemos “uso” de ciertas frases más funcionales dependiendo el momento y el contexto para poner límites sería distinto.

Se trata de ir integrando, dejar de polarizar (castigos severos - ignorar). Los/las niños/niñas que “van por libre” y haciendo lo que les apetece, es otra “forma” de violencia, en donde al no poner límites se abandonan las funciones que padres y madres deben ejercer.

Ser padre o madre no es tarea fácil, la buena noticia es que se puede contar con profesionales (psicoterapeutas) dedicados a trabajar con parejas y familias para dar solución a este u otro tipo de situaciones que afectan la salud mental de todos/as.

Invito a observar y cuestionar. La frase “déjame” tu móvil, se escucha más de los hijos hacia los padres/madres, aunque también, existen casos en que éstos últimos dan “este medio” a sus hijos/as sin tener edad para ello lo primero, ya que no son conscientes del peligro que les puede acarrear su uso, la edad legal (en España) para el uso de las redes sociales es de 16 años; segundo cuando los/las padres/madres se los facilitan, se convierten en “perseguidores”, bajo la justificación de que “están al pendiente”. ¿Es necesario y justificable? Debemos observar esto.
Retomando, cuando niños/niñas piden el móvil a su padre/madre o aún peor, cuando se les deja “libremente”, debemos ser cuidadosos y responder a lo siguiente: ¿En qué momento les dejamos el móvil/celular? ¿Cuándo queremos quitarnos de “encima” a nuestros hijos/hijas”? ¿Para que no estén molestando? ¿Para que coman? ¿Qué mensajes se estarán transmitiendo haciendo lo anterior?
Resulta importantísimo detener “el ímpetu” por “enchufar” a nuestros hijos/hijas. Es indispensable la supervisión de los padres cuando usen internet. El ordenador, siempre a la vista. Si se les permite que tengan acceso a un aparato PERSONAL (de papá o mamá) que sirve para comunicarse, para trabajar y otras muchas cosas, el día de mañana les será complicado “comprender” que el móvil/celular NO se debe dejar a sus amigos/as y/o a su pareja. No tenemos claro el alcance que esto puede llegar a tener. Si desde edades tempranas se les permite que “jueguen”, que lean las conversaciones, que vean videos y se les enseña a desbloquearlo o se les facilitan las contraseñas, ¿Cómo se pretende que puedan defender parte de su intimidad? Luego, no será “raro” encontrar casos, en donde los/las chicos/chicas tengan problemas con sus respectivas parejas porque piensan que “revisar” el móvil/celular sea algo “normal”. A esto perfectamente se pueden ir añadiendo los “tonos o modos de decir las cosas”, hasta que, tenemos enfrente una situación violenta de la que probablemente será complicado salir.

Otro ejemplo muy habitual sería cuando papá/mamá tienen “un mal día” en el trabajo, llegan a casa y lo descargan con su esposa/marido e hijos/hijas, cuando de pronto los/las niños/niñas están jugando y hacen mucho ruido, se reclama por eso a la pareja, la pareja se frustra y también lo descarga de alguna otra forma. Se genera un ambiente tenso, se van a la cama enfadados, o por la mañana ocurre “algo” que desestabiliza al/ a la padre/madre, lo depositan nuevamente en los/las pequeños/pequeñas, llegan al cole y ¿qué pasa? Pues que muy probablemente se genere un conflicto entre pares, llegan a casa cuentan que el/la profe les ha reñido y el círculo da otra vuelta….Un ejemplo más podría ser: ¿Cómo se relacionan papá y mamá? ¿Se permiten los manotazos o ciertas expresiones corporales a modo de “juegos”? Estas situaciones como muchas otras, sirven para reflejar las formas más sutiles en que la violencia se comienza a normalizar.

Si no nos responsabilizamos, cuestionamos y entendemos ciertas pautas de relación violentas que establecemos día a día, será complicado frenarla. Estamos acostumbrados a “pedir” al/ a la otro/otra, y ¿cuánto damos? Esta es un invitación para que comencemos a observar lo anterior, a comprender que es muy diferente decir a nuestros/nuestras hijos/hijas “dame un beso” (de modo imperativo) a cambiarlo por “que tengas un buen día hijo/hija, te voy a DAR un beso antes de que entres al cole o vayas a…. O por otro lado, si tu hijo/hija se aleja porque está jugando, te “reto” a que cambies y, en lugar de llamarle gritándole para que vaya, acércate y háblale, no cuesta trabajo, solo te tienes que desplazar.

Una invitación a cambiar nuestros “modos” de hablar y las palabras que empleamos con los demás, no sólo dentro de casa, a dar lo que esté en nuestras manos antes que exigir, a evitar los gritos, las amenazas y la burla, a ofrecer tiempo de calidad para nuestros/nuestras hijos/hijas, a comprender que hay cosas personales que no se pueden compartir, a enseñar con nuestro ejemplo.

Es imprescindible percibir la dinámica específica de los circuitos de violencia, detectarla en primera instancia, afinar y comprender que cada individuo participa desde el sufrimiento y la incomprensión del sí mismo. Sólo dentro del entendimiento global, será posible que la intervención sea realmente efectiva.

 

Vanessa Maillefert Rovira
Psicoterapeuta individual, de pareja y familiar.